"Una vez vi a una estrella cantar,
bailaba en el universo cuando la
abrazaba la gran obscuridad...".
Siempre recogía pequeñas frutas y de vez en cuando algunas varitas de madera, según lo que su madre o padre le encargaran del viejo bosque, para Alanna nunca había sido un problema ir sola a ese enorme laberinto de árboles, pequeñas cuevas y delgados riachuelos. Conocía casi cualquier rincón del sitio.
Su padre Eoghan y su madre Enyd, eran los lideres herederos de una larga dinastía; la familia pertenecía a una pequeña y vieja tribu que se asentaba en ciertas temporadas cerca de un gran lago. Una noche,como acostumbraban, la familia se reunió para la cena, nada fuera de lo común: pescado,algunas frutillas que la pequeña había obtenido en la mañana y un poco de agua fresca del lago.
No era la cálida fogata o la cena lo que hacía que Alanna se emocionara cuando llegaba la noche, sino las historias contadas por su padre lo que le cautivaba enormemente.
Esas historias habían pasado de generación en generación en cada familia de la tribu...
-He contado muchas historias pero nunca he contado de como se puso el nombre a nuestra tribu,éste relato llego a mi por tu abuelo Tristán, yo era joven en ese entonces, Alanna.- comenzaba a narrar el padre- Hace mucho tiempo cuando la tribu apenas comenzaba a forjarse y nuestros ancestros viajaban como hoy en día lo hacemos, siempre solían evitar estos grandes bosques y el lago debido a que estaba habitado por grandes lobos negros. Se decía que aquellos fieros animales habían encerrado a los grandes lobos grises, guardianes naturales, en una larga y profunda cueva detrás de una cascada un día en que la luna desapareció del cielo.
-¿Qué acaso no podían solo salir de la cascada y retomar su lugar en el bosque?- preguntó Alanna
-Oooh,claro, lo intentaron pero no pudieron, veras, aquellos lobos solían guiarse por la obscuridad mediante las estrellas, de tal manera que el cielo era su mapa. Por eso el bosque era protegido por ellos, no existía negrura que les impidiera caminar por los senderos y mantener en equilibrio el lugar.
Por otro lado se encontraban los lobos negros, los cuales vivían en medio de la montaña cercana al lago, casi nunca se acercaban o se aventuraban fuera de la montaña, pero un día su comida se acabo lo que les obligo a bajar y buscar alimento en aquel lugar. Cuando se encontraron frente a frente las grandes bestias ocurrió una pelea, los lobos grises echaron a los lobos negros y estos, lastimados, decidieron regresar para vengarse.
Había algo que les daba ventaja a los lobos grises y eso era la gran luna, que al pegar en sus pieles los blanquecinos rayos del astro ésta se convertía en blanca y cegaba a los otros lobos.
Tras varios días los lobos negros por fin decidieron atacar. Ellos estaban acostumbrados a caminar en plena obscuridad, pues eran los hijos nocturnos y un día en que la luna desapareció del cielo bajaron hacia el bosque, decididos a tomarlo para ellos.
Se encontraron con los lobos grises y tras atacarlos furiosamente los persiguieron hasta una gran cascada; los contrincantes trataron de resistir pero fue inútil, el cielo de la cascada no poseía estrellas, la luna los había dejado y no podían ver a sus agresores.
Varias horas duro el ataque hasta que finalmente los arrojaron dentro de una caverna sin salida para ellos y fue entonces que las grandes fieras negras se apoderaron del bosque.
-Entonces quedaron atrapados dentro de una enorme cueva...pero ¿lograron salir de ese sitio?- preguntaba nuevamente Alanna
-¡Así es pequeña!, pero no lo lograron solos, aquí es donde empieza lo interesante...-replicaba el padre-
Durante una temporada de invierno la tribu tuvo que quedarse un poco cercana al lago, siempre alerta del peligro por aquellos animales. El ancestro de nuestra familia, llamada "Enya", tuvo que buscar leña, sus padres le advirtieron del bosque y una vez advertida emprendió el recorrido para encontrar algunas varitas y con eso encender una pequeña fogata para la noche, sin embargo, al no encontrar y buscar por mucho tiempo, decidió adentrarse en el bosque, creyó estar a salvo pues los lobos sólo salían de noche así que camino más y más lejos en aquel blanco espesor.
El tiempo paso de manera veloz, pero Enya no se había dado cuenta de ello, pues estaba feliz recogiendo los trozos de madera que encontraba y admirando al mismo tiempo el paisaje del lugar. Fue cuando cayó el atardecer y se percato que la noche estaba acechándola y se encontraba lejos del campamento. Corrió rápidamente por el mismo camino pero la noche fría fue más rápida que ella y la cobijo súbitamente.
La luna en ese momento se encontraba plena, así que Enya podía ver claramente entre los arboles, así que continuo su camino con un profundo temor a toparse con los lobos. No tardo mucho cuando comenzó a escuchar algunos gruñidos detrás de ella, con la sangre helada y temerosa de mirar atrás comenzó a correr, presurosa, como cualquier animal presa del temor de su cazador, hasta llegar a una gran cascada. Miraba a todos lados, sólo imaginaba el aspecto de los animales y su ferocidad.
Caminaba casi desmayada por el esfuerzo cerca del lugar hasta que se topo con un pequeño osezno, ocasionando que se asustara y resbalara dentro de un gran hueco.
(La hoguera trono y un breve silencio envolvió la historia, hasta que Alanna lo rompió) -¿Que paso con Enya?
El padre, luego de un gran respiro y tomar un poco de liquido prosiguió la historia- Despertó en una gran obscuridad...apenas veía un poco las siluetas del lugar dónde se encontraba. Se levanto y percato de que a pesar de su gran huida por el bosque no había soltado todos los pedazos de tronco que traía consigo, lo siguiente que hizo fue buscar en el suelo algunas piedras que la ayudaran a encender una pequeña chispa de fuego sobre el tronco y de esta manera poder buscar una salida. Luego de un rato logró su objetivo.
Comenzó a caminar por el lugar, bajando piedras, escalando pequeñas paredes sosteniendo con dificultad la antorcha y escuchando algunos susurros que se escapaban entre las piedras ocasionados por el viento y una que otra gota de agua que se diseminaba su sonido. Tras un tiempo caminando se sentó a descansar, pues estaba agotada por todos los sucesos ocurridos, cerro sus ojos un rato y se quedo dormida.
No fue mucho el tiempo el que descanso, ya que escuchó ruidos extraños cerca de ella así que al despertar lo primero que observo entre unas piedras frente a ella fueron unos enormes lobos de color gris. Su reacción fue levantarse y retroceder, pero quedo arrinconada entre los muros mientras los animales se le acercaban lentamente. Finalmente llegaron hasta ella, la olfatearon la observaron y luego volvieron al lugar donde se encontraban, no hicieron más. Enya se extraño de aquel comportamiento y temblando se fue antes de que los lobos cambiaran de decisión y la atacaran. Tomo otro trozo de leño y lo encendió pues el que tenía estaba a punto de extinguirse.
Camino rápido aunque no sabía tras que dirección ir que la llevara a la salida.
Pronto se le ocurrió una idea, si tiraba una piedra y escuchaba el sonido quizá podía seguir el eco hasta donde escapase y era probable que encontrara una salida. Tomo la primera roca que encontró su mano y la lanzó, escucho pacientemente hasta como el eco se alejaba y el sonido parecía recorrer un camino. Decidió seguirlo y repetir lo mismo varias veces, parecía que estaba logrando salir del sitio, pues a lo lejos escuchaba un sonido parecido al de una cascada que creyó reconocer.
Las cosas parecían ir mejor hasta que una rara sensación le recorrió el cuerpo, al mirar atrás vio que eran los lobos que había visto. En ese instante no sabía si preocuparse por esa situación así que dejo a la suerte su vida y continuó su camino, ya estaba cerca de la salida, podía presentirlo. Más y más cerca, con cada paso que daba el sonido de la cascada era más fuerte y por fino vio una blanquecina luz pálida que comenzaba a colarse en la cueva y pudo identificarla, era la luna que entraba por un costado.
Antes de que pudiera sonreír de la alegría su temor regreso al escuchar un fuerte coreo de aullidos a su espalda, al voltear los lobos se abalanzaron rápidamente donde ella estaba. La sangre se le enfrió, sin embargo, después de todas las ideas que le había pasado por la cabeza y antes de presentir lo peor, los lobos la sobrepasaron y se dirigieron hacia la salida. Enya casi se desmaya, nuevamente, del susto.
Al lograr salir del sitio se sintió reconfortada al ver el espeso bosque nevado, pero su preocupación no tardo en regresar al recordar que aún era de noche, era más propensa a los lobos y ahora se encontraba perdida. Decidió continuar su recorrido, esperando no encontrarse con las bestias.
Antes de poder alejarse lo suficiente de la cascada salieron de frente por el sendero varios animales furiosos, gruñendole y mostrando sus afilados dientes listos para arremeterla, en efecto eran esas grandes bestias negras que resaltaban entre la nieve.
Resignada se rindió, cayendo de rodillas y dejando que algunas lagrimas corrieran por sus frías y temblorosas mejillas.
Uno de esos lobos saltó sobre ella, pero antes de que pudiera alcanzarla se escucho un fuerte golpe y chillido. Enya abrió sus ojos y vio al lobo herido cerca de un árbol, lamiéndose las heridas mientras uno de sus compañeros gruñía No entendió lo que paso hasta que miro a su costado, eran esos lobos grises de la cueva, uno de ellos la había protegido y estaban preparados para atacar a los lobos negros.
Enya se alejó con cautela del sitio, ocultándose tras un árbol caído y en un lapso de tiempo muy corto comenzó una feroz pelea. La luna ya caía sobre las pieles de los lobos grises y ésta se convertía poco a poco en blanca haciendo que los lobos negros mostraran su molestia y retrocedían, algunos heridos y otros sólo huían del sitio perseguidos por los otros. Ella ya no se sentía amenazada, así que comenzó a caminar entre el bosque más tranquila, sabia que estaba segura porque aquellos lobos la habían protegido.
-¿Quieres saber que sucedió al final Alanna?- interrumpió el relato su padre, a lo que rápidamente Alanna contesto:
-¡Claro! Quiero saber que pasó con Enya...
-Entonces te diré que ella logró salir del bosque. Después de caminar toda la noche logró llegar al final, cerca de allí su familia y la tribu la buscaba, al verla todos corrieron para averiguar si se encontraba bien. Enya no perdió tiempo y contó a todos la historia.
"Creó que ya no habrá peligro de poner nuestro campamento cerca del lago, los lobos grises nos cuidaran..."- Esa es la frase que dijo Enya y que reconforto a toda la tribu que, con cautela aún, trasladaron el campamento esa mañana al lago.
Enya quiso adentrarse de nuevo al bosque para averiguar que había pasado con los lobos, pero antes de hacerlo los vio observándola. Ella se acerco lentamente mientras uno dejaba una gran roca en el suelo indicándole que era un regalo para ella, posteriormente corrieron al bosque.
Cuando Enya tomo aquella piedra reconoció que era la misma roca de la cueva que le ayudo a salir y también a los lobos.
Resulta ser que Enya se había convertido en la estrella de los lobos grises dentro de toda esa obscuridad, los guío hacia su salida con esa piedra muy parecida al color de la luna. Desde entonces, pequeña Alanna, Enya traía un collar con forma de colmillo hecho con la misma piedra que fue obsequio de los grandes lobos grises, y en forma de agradecimiento por cuidarla de aquellas bestias feroces, llamo a nuestra tribu como "Tribu del Lobo Gris".
A partir de entonces nunca más se volvieron a ver a los lobos negros en el bosque, algunos dicen que regresaron a las montañas y otros que los mismos lobos escaparon hacia la obscuridad del universo. Algunas veces cuando hay luna llena en invierno, se puede ver lobos blancos viendo desde lejos a nuestro campamento, yo de pequeño, luego que tu abuelo me contara la historia llegue a ver a esos grandes y hermosos animales.
-¡ Increíble! - exclamó Alanna- Entonces ¿Qué paso con el collar de Enya?
El padre extendió su brazo y dio un pequeño saco de cuero a la pequeña. Ella lo tomo y al abrirlo se encontró con ese bello collar que era muy parecido al color de la luna.
-Ahora te pertenece Alanna, ese collar es el gran legado y memoria de nuestros ancestros que aún sigue presente en nosotros.